30 de octubre de 2008

Una columna de... Javier Ortiz


Javier Ortiz (San Sebastián, 1948) se inició en la actividad periodística en 1966 en diversas publicaciones clandestinas. Su posicionamiento político (republicano y crítico del PCE) hizo que se exiliara a Francia, de dónde regresaría tras la muerte de Franco. Durante la transición fundó la revista Saida -que sería secuestrada en diversas ocasiones por su línea por republicana. formó parte de la Platajunta (más tarde :Plataforma de Organismos Democráticos, que intentó negociar el contenido de la reforma prodemocrática del gobierno de Suárez).

Curiosamente, trabajó durante muchos años en el diario El Mundo. De dónde fundó la edición del País Vasco, subdirector, jefe de Opinión y fue redactor-jefe. El año 2000 pasó a ser un simple colaborador del periódico, alejándose de los cargos directivos. En 2007 rompió finalmente con el periódico de Pedrojota, alegando divergencias con el director del periódico y emprendiendo un proyecto nuevo como columnista de Público. Lo que fue un cambio importante (para él). Actualmente también dirige la colección de ensayos políticos de Akal (La foca) y escribe para Rebelion.
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POLÍTICOS ROBOTIZADOS

Los políticos de alto copete están robotizados. No es que carezcan de opiniones propias y hasta de sentimientos particulares, pero se cuidan mucho de mostrarlos en público. Adoptan el aspecto (ropa, peinado, gesticulación, tono del habla, inflexiones de oratoria, orden del día) que les planifican sus sesudos asesores. Y se atienen a esa parafernalia con una disciplina deprimente. Es cierto que a veces se traicionan cuando creen que nadie de fuera de casa les está oyendo y se les pilla llamando imbécil a un periodista, admitiendo que acaban de soltar un bodrio de discurso o confesando que los desfiles militares les parecen un coñazo, pero eso les sucede no por espontáneos, sino por desprevenidos.

He conocido políticos tan robotizados que, cuando los entrevistas, te das cuenta de que están programados para responder a cada pregunta soltando automáticamente los rollos que les han dictado. Solo les falta acabar diciendo: “Su tabaco, gracias”. En esos casos, no puedes evitar darle vueltas al magín para idear una pregunta que se salga del guión, para ver por dónde salen. Si lo logras, los hay que se quedan totalmente desconcertados. Cómicos.

Quizá porque recientemente ha sido cogido en falta portándose sin la preceptiva disciplina robotizada y confesando un sentimiento particular no demasiado entusiasta sobre los fastos del 12 de octubre, el presidente del PP ha decidido mostrar propósito de la enmienda y atenerse al pie de la letra a las consignas de sus asesores. Con lo cual lleva varios días repitiendo sin parar en todas partes y a todas horas el guión que le han dictado, que incluye una referencia obligada a que las medidas económicas del Gobierno contra la crisis deben beneficiar “a la pequeña y mediana empresa y a las familias”. No tengo nada en contra de que se respalde a las pequeñas y medianas empresas y a las familias (aunque tampoco me importaría que ganáramos algo los trabajadores por cuenta ajena, los autónomos y los solteros), pero resulta estomagante oír a Mariano Rajoy repetir la misma fórmula ritual no menos de veinte veces por jornada.

Por decírselo en su lenguaje: está hecho un coñazo.



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Javier Ortiz ha publicado seis libros: Matrimonio, maldito matrimonio (Ediciones B, 1991), Jamaica o muerte (Akal, 1994), El felipismo, de la A a la Z (Espasa, 1996), Diario de un resentido social (Talasa, 2001), Ibarretxe (La Esfera de los Libros, 2002), Repensar la Prensa (Editorial Debate, 2002, en colaboración con Enrique Gil Calvo y Manuel Revuelta) y Miradas sobre Euskadi (Alga, 2004, en colaboración con otros nueve ensayistas). Ha sido también editor y coautor de diversas obras, entre las que destacan ¡Palestina existe! (Foca, 2002) y Washington contra el mundo (Foca, 2003).

1 comentario:

Una foto, por favor! dijo...

Eh! ese es mi columnista para géneros! No me lo robéis!